29 de septiembre de 2009

PUBLICACIÓN EN CLARÍN


HABLA LA MONJA QUE CREO EL PROGRAMA MAS EXITOSO DE REINSERCION DE RECLUSOS EN ESTADOS UNIDOS

"El perro es un animal que puede ayudar a superar todos los miedos"

La hermana Pauline Quinn llegó ayer al país para divulgar las claves de su proyecto "Perros en prisión".

La hermana Pauline Quinn se admira de que el programa "Perros en Prisión", que inició en 1981 enseñando a internas a entrenar perros de servicio, sea hoy el proyecto más exitoso de reinserción de reclusos de Estados Unidos. "Es una contradicción: en una cárcel, donde lo único que importa es el castigo, uno viene con un planteo de amor".
Ésa podría ser también la definición de su propia vida. Una vida de película cuyo relato, sin embargo, emociona menos que conocer a esta mujer jovial y afectuosa, que ha contagiado su dulzura a Remi, el doberman que es hoy su perro de servicio y la ayuda incluso a levantarse cuando se patina en las calles nevadas de Marinette, Wisconsin.

Nacida en 1942 cerca de Santa Monica, California, no conoció a su padre, que se fue del hogar cuando era muy pequeña. Creció en medio de peleas entre su madre y su padrastro, un veterano marcado por las secuelas de la guerra. "Muchos gritos, a veces violencia física, objetos que volaban... Yo estaba muy triste".
La primera vez que Cathy –su nombre de pila– se fue de la casa, tenía 12 años. "Era muy tímida y no tenía adónde ir. Me encontraban y me llevaban de vuelta. Eran muy buenos actores: estábamos en una linda casa, en un buen barrio, y nadie veía lo que se vivía puertas adentro. Cuando no la veían, mi madre fumaba y bebía, pese a que eran mormones. Para todos, la mala era yo, que hacía renegar a mis padres".
"En los '50, los niños no tenían voz ni voto. Mi único recuerdo agradable de aquel tiempo era cuando iba a andar a caballo con mi amiga de la escuela Cathy Quinn –evoca–. Es hija del actor Anthony Quinn y se llama igual que yo; el padre estaba frustrado porque deseaba un varón, la trataba mal, Cathy también tenía problemas en su casa".
Aquellos años fueron aún peores. Durmió en edificios abandonados. Internada en institutos, sin ir a la escuela secundaria, compartió el mismo destino que otras chicas y chicos, muchos de ellos discapacitados. "Allí fui traumatizada, torturada y abusada". Como consecuencia de una violación quedó embarazada a los 16 años, y debió dar a su beba en adopción.
"Me hice muy vulnerable y manipulable. No tenía autoestima. Me volví literalmente muda". En esos días de desánimo se aferró a una esperanza: "Quería conseguir un perro, un amigo que me diese amistad incondicional y amor". Tenía 20 años cuando le donaron a Joni, una cachorra de ovejero alemán.
Las personas que la eludían por ser una chica de la calle, comenzaron a preguntarle por el perro. La joven volvió a hablar. "La gente comenzó a respetarme. Teniendo a la perra, desaparecía el miedo".
Cuando sufría en los institutos, Cathy había invocado a Dios. "Si me ayudás a cambiar, yo también voy a ayudar a otras personas". Tomó los hábitos dominicos y se convirtió en la hermana Paulina de la Cruz. Y en forma paralela pensó en replicar su propia experiencia. Con dos entrenadores y tres perros se acercó al correccional de mujeres del estado de Washington. Fueron tan positivos los cambios de las reclusas que convivieron con los animales y aprendieron a entrenarlos, que el programa fue replicando y perfeccionándose en otras cárceles.

Mujeres y hombres en prisión reciben perros abandonados, y aprenden a entrenarlos para asistir a discapacitados, para auxiliar a la Policía en la detección de drogas y explosivos, y como perros de rescate. Muchos salen en libertad con un oficio. Mañana, la hermana Pauline se reunirá con autoridades del penal de mujeres de Ezeiza, que tienen interés en adoptar el programa. Y el jueves expondrá en el II Congreso Latinoamericano "Los Animales: su impacto en la salud", que se inicia el miércoles en la Facultad de Veterinaria de la UBA.
En estos años, la monja también ayudó a niños y adultos discapacitados de Italia, Kenia, Uganda, México y El Salvador. "Cuando uno está tan herido, lleva mucho tiempo recuperarse. Lo más difícil fue manejar el éxito: cuando empieza a irte bien, no sabés cómo actuar. Al principio me gustaba porque tenía un poco de ego. Pero después me di cuenta de que no era lo que deseaba. Quiero seguir siendo una persona simple a quien le importan los demás".


FUENTE: http://www.clarin.com/diario/2009/09/06/sociedad/s-01993051.htm

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